Anoche en otra de mis jornadas de insomnio y ansiedad, pensé en mi cobardía y en lo mucho que posiblemente me ha quitado; negado vivir. Y odié mi cobardía. Entonces, muy firme y miedosamente, decidí acabar con ella. No tengo ningún plan sistemático para hacerlo, improvisaré y sobre la marcha evaluaré resultados y corregiré métodos. Una de las cobardías que más odié anoche fue esa que me hace evitar cualquier expresión, declaración, insinuación, flirteo, adulación sincera y frentera a una mujer que realmente me estremezca y conmueva. Y pensé en lo triste que es ser valiente y atrevido para lo efímero y cobarde para el corazón. E inevitablemente pensé en ella, una de las muy pocas que me han estremecido hasta los huesos, y conmovido hasta la razón. Y como no hay plan la improvisación me llevó a buscar algo que escribí hace casi un año cuando estuve muy inundado de ella. Quizás esto sea poco para vencer semejante cobardía pero es honesto. Este es el texto escrito el nueve de julio de 2010:
"Me pregunto si ella me recuerda tanto como yo la recuerdo... o si tan sólo me recuerda. Es que son tan pocos recuerdos los que tenemos para repasar...
Aquella noche caminamos bajo la lluvia, yo sostenía el paraguas y ella se agarraba de mi brazo. No sé si lo notó, pero en ese momento fui feliz. Me dijo que ese era su lugar favorito de la ciudad. Yo trataba de seguir caminando tranquilamente y de hablar sin sonar impostado, pero era difícil. Yo moría por decirle que ella tenía la sonrisa más hermosa y encantadora que jamás hubiera visto sobre un rostro y que cuando la escuché cantar por primera vez supe que no sería fácil olvidarla, que no sería fácil olvidarme de sus ojos. Quería decirle que mi visita no fue por azar, ni por Fito, ni por Silvio, ni por desocupe, fue por ella. Desesperaba por decirle que me gustan sus cosas, las que hace, su fútbol, su música (la que canta y compone y la que escucha) su ropa, como viste, sus colores, su cabello, sus movimientos mínimos y su caminar sigiloso, su rostro serio con su mirada diáfana e intimidante. En resumen, sólo quería decirle que me gusta toda ella. Pero no dije nada de eso, sólo solté algunas palabras torpes y tomé una foto de ella conmigo bajo la lluvia, ella sonrió como siempre y ahora no puedo dejar de mirarla.
Hay momentos en los que uno debe hacer o decir algo inolvidable, algo que sorprenda: una palabra, un gesto, un silencio, una mirada. Pero nunca he sabido qué hacer en esos momentos decisivos, es más, nunca he sabido reconocer ese tipo de momentos. ¿Cómo hago para descifrar lo que hay detrás de una frase, de una mirada, de un gesto? Peor aún, ¿cómo hago para saber si hay algo que descifrar, si hay un mensaje escondido detrás de lo obvio? Y el corazón se acostumbra a olvidar".